miércoles, 29 de abril de 2009

Amigo de los hippies

Salía de casa dispuesto a comerse el mundo. No tenía miedo de nada y estaba tan seguro de sí mismo que ni se despidió de sus padres al salir. Daba por supuesto que no tenía hora de volver a casa, si es que volvía esa noche a dormir, que lo dudaba a cada momento.
La noche no era fría y se podía andar tan a gusto con su jersey de rayas y sus converse viejas y rotas. Incluso había salido con su iPod para escuchar música en el pequeño camino que había hasta el lugar donde habían quedado. Iban a cenar, y no a cualquier sitio. No era ni el Burguer King ni el McDonals, tampoco había un camarero preguntándote cada vez que te metes un bocado a la boca si todo es de su agrado, caballero. Había platos y cubiertos y no había un servicio tan agradable que se convirtiera en pesado. Podíamos beber un vino de más de 20 euros con cola del super o si queríamos con Coca-Cola, o sólo, o sola. Se podía fumar, era un recinto lo suficientemente pequeño como para no habilitar una zona para cada uno. Lo nuestro era un capricho, sería el postre del postre. También teníamos tarta casera y rosquillas de la abuela.
Estaba todo preparado y había que darle al play. Estaba en lista aleatoria y la canción sonó al azar.
Desenlace.