lunes, 17 de agosto de 2009

Quince días.

Para empezar, te quiero. No sé si estoy despierto o si tengo los ojos abiertos. No esta mal para empezar, es un buen comienzo. No sé quién tiene la culpa. Nos vemos a escondidas en la ciudad del viento. No me mires con tus ojos tristes, aún guardo en la memoria aquellos días grises. Nos hemos dado todo lo que hemos recibido. No queremos normas, nos gusta la evolución, queremos transformarnos. Lo que viene es fácil, nos gusta conocernos, te gusta viajar, me gusta encontrarte. Maldito y maldita.
Punto y a parte. Volvemos a tratarnos de cariño. Nos sobran los cariños. Etapa nueva, etapa por descubrir. No suena mal. Seguimos por la misma senda. Parece que nos conocemos, no nos engañamos, y si lo hacemos, nos tiramos al mar. Nos gusta ese juego, jugamos a jugar, nos hace feliz. ¿Dónde quedó el rumor?
Esto merece otro punto y a parte. Nos hemos vuelto a cruzar. Nos hemos vuelto a entender. Me estoy empezando a congestionar, el calor no me deja respirar, pero el ritmillo que impones da ganas de volar. Pero esta vez la cadena se rompió y esperemos, que con ello, el dolor vaya a terminar. Hasta entonces, grita, grita y desahógate. Verás que poco tardamos en saltar.
Y si todo eso no funciona, nos vamos, solos o cada uno por su lado. Para quedarnos o irnos para volver. Irnos para bebernos lágrimas de los ojos. Puede que sobren palabras, o quizá falten más. Es lo menos que puedo hacer, es lo de siempre.
Y con esto último concluiremos esas quince sensaciones con un punto final. Un buen principio y un final aún mejor. Creo que la clave está en verbalizar, que dícese del acto en el que decimos sin prejuicios y sin miedos aquello que sentimos, y sobre todo, todo el amor que tenemos en los huesos.