lunes, 29 de marzo de 2010

Colmillos incisivos

Hablemos de drogas. Creo que la primera vez que oí esta palabra tendría poco más de siete u ocho años. Caminaba con mi madre y mi hermano e íbamos a hacer cualquier recado propio de una madre y sus dos niños. Mi madre cambió bruscamente de acera (con nosotros detrás, claro) porque por la que íbamos tranquilamente paseando había un 'drogadicto'. La curiosidad de los niños de esta edad pica, asi que rápidamente preguntamos qué era aquello. De la respuesta no me acuerdo, pero al ver la cara de mi madre antes de cambiar de calle, no debía ser nada bueno.
Pasado un tiempo, ya en el colegio o el instituto, cada poco tiempo venía gente a darnos de esas charlas que paraban el desarrollo normal de las clases para hablarnos de las drogas: sustancias muy malas que crean adicción y te comen por dentro.
Crecemos, y como tal, nos drogamos. Unos la respiran cada día, otros se la beben cada semana, otros se la fuman, otros ni las nombran.
Yo sin embargo, como dice mi madre, soy más listo que todo eso, o al menos, eso cree: ampliamos el concepto de sustancias muy malas que crean adicción y te comen por dentro, a aquellas sonrisas que me dan el subidón, y cuando dejan de oírse y necesito drogarme, me vuelvo loco por unos dientes con brackets.

domingo, 14 de marzo de 2010

¿Cuando las canciones se convierten en un estado de ánimo...

Cuando las canciones se convierten en un estado de ánimo resulta complicado escuchar algo que te distraiga del ambiente en el que te ves inmerso.
Era sábado y fuera quien fuese el o la cantante, lo hacía en inglés. Sonaba jodidamente bien pero entenderlo estaba a la altura de muy pocos. Eran sonidos graves de al menos una guitarra que entonaba lo que en alguna estrofa su autor no sabía afinar.
No conseguía entender más que alguna que otra palabra suelta, pero cuando las canciones se convierten en un estado de ánimo el creerse en posesión de la carrera de traducción e interpretación estaba a la orden del día.
Cerró los ojos y la banda sonora dio paso a una serie de sensaciones motivadas por la soltura conseguida tras varios años de estudio en aquella facultad que se movía de aquí para allá.
Cuando las canciones se convierten en un estado de ánimo solía tumbarse en la cama, desnuda aquella noche, con la misma música a un volumen lo suficientemente alto para evitar escuchar sus propios pensamientos. Círculo vicioso en el que la música inspira sentimientos para luego ocultarlos y no dejar oírlos.

...conviene seguir con los cascos puestos?


viernes, 5 de marzo de 2010

Rasta

Se deja enredar entre mis manos,

como los nudos en la rasta de mi pelo.


Todavía no la tengo,

pero la quiero.


Raíces enraizadas,

verdades disparadas.


Besos por la espalda,

cuestión de peso.


Ojos muy abiertos,

ojos cerrados.


Cine sordomudo,

cine cojo.nudo.


Como en la rasta de mi pelo:

todavía no la tengo,

pero la quiero.