lunes, 12 de abril de 2010

Me moriré de ganas

Humano el que tropieza por segunda vez con la misma piedra. Si me largué fue por no preocuparme únicamente de ti. Si escribo esto es porque todavía hoy me sigo acordando de los besos que nunca me diste. Escribo aquí lo que escribí en la carta que nunca pude darte. Tenía pensado dónde dejarla y sabía que cuando fueras al baño (como todos los días) aprovecharía para esconderla. Primero pensé en tu almohada como guarida de mis palabras, pero era más que posbile que te hubieras deshecho de ella en una muestra más de tu violenta conducta cariñosa. La noche siguiente encontré el sitio perfecto. Era un adiós pasajero por aterrarme la idea de no poder olvidarte: la maleta. En lo que ibas a ponerte guapa daba tiempo más que de sobra para abrirla y esperar a que cogieras el próximo tren. Ganó la maleta la partida a tu almohada, pero sólo en mi cabeza. Como tantas otras cosas.

Con acento en la a. Así terminaba la carta.