martes, 13 de diciembre de 2011

100 mentiras

Para escribir hace falta un motivo, y como decía Joaquín, nos sobran los motivos.
Lo primero es reencontrarme.
Lo segundo es reencontrarnos.

Lo último es encontrarte.


y mientras tanto nos quedan los recuerdos

martes, 23 de agosto de 2011

Cintas adhesivas

Hay doy momentos bonitos en una sucesión de días rutinarios.
El primero es aquel en el que escuchar a Kevin Johanser soñando te sirve para que valga la redundancia.
El segundo es aquel en el que vuelves a escribir en el blog porque soñar no cuesta nada.


Y nada más.

jueves, 2 de junio de 2011

Countdown. 17

A 17 días del final puedo afirmar que quedan todavía tres fines de semana.
Con dos semanas y pico (siempre me gustaron los picos) por delante todavía nos quedan cosas por terminar en las que cada uno de vosotros,

lunes, 24 de enero de 2011

Talla S

Despierta, titubeante, dudando entre la consciencia propia de una larga noche, oía el silbar de la cafetera, continua, cada vez más alta, que la iba espabilando por medio del olfato, más que por su matutino cantar.
El olor a café ahogaba (o despertaba), el hedor encerrado en la habitación. Todavía quedaba la colonia en la camisa del suelo y el sexo en las sábanas arrugadas. Había dormido tres horas, el sol la dislumbraba, y lo único que rompia el monotóno tono de la cafetera, eran armarios que se abrian, cubiertos que se sacaban, cajones que se cerraban, y pasos sigilosos, demasiado sigilosos.
Después de incorporarse y percatarse de la resaca que tienía, recogió la camisa del suelo. Era azul con rayitas blancas, demasiada pequeña para sus pechos. La olió y le recordó al café y al sexo y a los pasos sigilosos. No recordaba tener ninguna así, pero le dio igual, se la puso.
Sonó la puerta, de repente. Los pasos sigilosos se convirtieron en imperceptibles. Los cubiertos dormían en el cajón, los armarios rezaban en pura armonía con sus puertas, la cafetera no silbaba, y ella, ella estaba de pie, en la habitación, con una camisa dos tallas menos de lo común, y un olor familiar.

lunes, 10 de enero de 2011

Trivial

Sabía que no era la mujer de su vida de la misma forma que ya la conocía. Aún así, quería hacerle creer en cierto modo que sí. No quería llamarlo crueldad, era un juego de autoestima en el que los polvos eran los quesitos del trivial. Los había deportivos, históricos, naturales e incluso de ciencia ficción.
Pero para ello había que ser más listo que el contrincante, en ese caso: ella. Responder a las preguntas correctamente así como tener suerte con el dado.

Es el principio de una partida de amor en la que antes de nada hay que decidir de qué color eres, y lo más importante, quién empieza.