lunes, 19 de noviembre de 2012

El precio del amor a primera vista

Me pilló impune cuando volvía de un buen día en el trabajo. No tenía prisa, no hacía ni frío ni calor, llegar a casa no era una urgencia y sus ojos se clavaron en los míos a más de 10 metros; decir que no tenía un momento era mentir, y con esos ojos, yo no sé mentir.
Se llamaba Sofía, me miraba fijamente mientras sonreía sin parar a pesar de los pesares. Podría estar tenso pero se me hizo corto, no nos vamos a engañar. 
Me preguntó que si era de Madrid, cuánto tiempo llevaba aquí, si trabajaba, por mis raíces, mi móvil. Todo lo que esperas que alguien como ella te pregunte sin parar de mirarte a los ojos y sonriendo. -Qué sonrisa!
Entre pregunta y pregunta, entre dato y dato demoledor, mi cabeza me taladraba el subconsciente diciéndome que debería aceptar, que debería hacerlo, pero no por ella, por responsabilidad moral y por coherencia con la gran suerte que he tenido (MUCHA) y que cientos de miles de personas en mi situación no.
Paralelamente el otro lado de mi cecebro me hacía creer que me llamaría. Te llamará, te llamará, te llamará...

Han pasado menos de dos horas y me ha llamado. Al otro lado del teléfono seguía sonriendo y me ha preguntado qué tal estaba.  Contesté que muy bien y devolví la cortesía. A continuación le he dado el número de cuenta y ya soy socio de la Cruz Roja durante los próximos 6 meses. 



lunes, 1 de octubre de 2012

Mirar arriba para no mirar atrás.

Me acuerdo de mi primera guitarra, aún la conservo y de vez en cuando recordamos lo felices que eramos aprendiendo a hacer los acordes de sol. En realidad he tocado y disfrutado tres guitarras a lo largo de mi vida. La primera vivía aún en la casa antigua de techos altos y crujidos por definición. Era española, venía con una funda maravillosa con un bolso para guardar las canciones, el afinador que, ese sí, nunca te he sido infiel y sigo necesitándote cada día, y cada vez sonaba mejor. Yo creo que era su forma de decirme que me quería. Nos mudamos juntos de casa y aprendimos ahí el acorde de fa. Pero unas navidades alguien más entró en nuestra habitación. Me habían regalado una guitarra electroacústica que inmediatamente bauticé con los mejores acordes que años atrás había aprendido con la española. Pero nuestra primera etapa juntos duró poco, a los 7 meses un viaje inesperado de casi un año nos separó y es ahí donde conocí a la tercera en discordia. Era española pero hecha en china y se nos rompió el primer día que nos la regalaron. Digo en plural porque no era solo mía, fue una relación complicada. Pues fue la hispano-asiática la que me hizo darme cuenta de lo que necesitaba a mi electroacústica.
Al volver del viaje de casi un año nos reencontramos, estábamos contentos de volver a vernos, de seguir molestando a nuestro alrededor por las cosas que sólo nosotros entendíamos.

El problema viene ahora. Encontré meses atrás cierta estabilidad. Trabajo, nueva ciudad, nuevas compañías, nuevos ambientes, y ella. Pasó un día entre semana que volvía de trabajar y cambié la dirección de vuelta a casa por otra con ningún destino concreto porque el calor que hacía no era tanto como para meterse en casa y esperar hasta las 10 para cenar y mañana será otro día. Una pequeña tienda de música se cruzó en mi camino y allí estaba ella: la primera impresión fue muy buena, una guitarra eléctrica de tonos oscuros. Pasaba desapercibida por estar rodeada de un gran piano de cola y varios instrumentos de viento dorados y con muchas clavijas, pero me llamó la atención.
Una vez en casa, antes de cenar y aprovechando la paz de estar sólo en casa, me puse a tocar con mi guitarra, mi electroacústica. No sonaba nada mal, el mástil y las cuerdas y los trastes y mis manos se conocían a la perfección, pero en mi cabeza no paraba de pasar una y otra vez la imagen de la eléctrica de la tienda de música entre mis brazos. Cené y esa noche dormí bien, como siempre.

Ha pasado más de un mes desde el día que la vi. Han sido más de uno los días que he vuelto al mismo escaparate, y muchos los días en que me quedé con ganas de ir. Duermo bien cuando paso por delante de la tienda y sueño con afinarla y tocar cualquiera de jack johnson los días que no. 

Y hay un problema más. Mi electroacústica me mira en la distancia y la tienda de música va a cerrar, ella me llama cada vez que la vuelvo a mirar pero son muchos los miedos, y entre ellos que el tiempo corre. Aunque sea en bajo, sin amplis y sin enchufar. Un acorde de do.
O de mi.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Invitación

Nos miramos, nos reímos, nos gustamos y nos despertamos juntos. Pero a las 11 after midnight del día siguiente cada uno estaba en su casa, o en su cama. Íbamos a vernos a media tarde pero se alargo la cita, se alargó porque estaba comprando un vestido para una boda. Quedó en avisarme y así lo hizo. 
Íbamos a vernos a media tarde pero se alargó la cita, se alargó y nos vimos a media noche. Nos miramos, nos reímos, nos besamos y nos bebimos más de dos cerverzas.

-¿Encontraste el vestido?
-Sí, me costó pero lo encontré, deberías verlo, es muy bonito.
-¿Y quién se casa, una amiga, un familiar...?

Hace una pausa, no incómoda, pero sorprendente, mientras sonríe.

-Yo
-¿Tú?
-Sí, me caso mañana.

jueves, 30 de agosto de 2012

Dos besos que poco tenían de dos.

Venía como un tren anclado en unas vías rectas con un destino incierto pero siempre recto, sin cambios de dirección.Era un billete de ida con dos besos de adiós como estación. Yo era el túnel con varias montañas sobre mí, pero ella avanzaba y no me podía quedar alli. 

Era un billete solo de ida, pero nos entendimos y dejamos la vuelta abierta. Un esfuerzo titánico para mover la boca del tunel a pesar de las ganas de no hacerlo, y para evitar que no descarrilemos, al menos de momento.

martes, 28 de agosto de 2012

Pendiente de aprobación

El miedo a fracasar, el miedo a no tener ni siquiera una oportunidad. Te quiero, te quiero conocer y por eso estoy aquí, a solas, con poca luz pero la suficiente para verlo todo más claro.

El miedo a defraudar, el miedo a no mostrarte mi personalidad. Te quiero, te quiero conocer y por eso estoy aquí, a solas, viéndote al otro lado pero sin el valor de reaccionar.

Las ganas de triunfar, las ganas de tener los domingos alguien con quien pasear. Te quiero, te quiero conocer y por eso te lo digo a gritos con mis ojos clavados en tus fotos de avatar

Las ganas de disfrutar, las ganas de reírnos de quien dijo encontrar la felicidad. Te quiero, te quiero conocer y por eso hace un mes te mandé esa solicitud de amistad en Facebook.

viernes, 24 de agosto de 2012

Edición limitada

Recuerdo cuando llamaste porque aquel día fue el primero de los muchos en los que empecé a usar mis converse all star. Las primeras fueron amarillas y venían directas de las Canarias, eran un número o incluso dos números mayores que mi pie pero entonces no pasaba nada, ya te quedarán mejor en unos meses. Pero lo que de verdad causó una sensación capaz de recordarla a día de hoy fue tu increíble capacidad para hacerme volar por/en/a través de tus días para aterrizar de emergencia en las noches en las que me llamabas y me pedías que te acompañara a tomar cervezas de lata no muy frías en cualquier rincón de la ciudad porque en aquel bar no te habían dejado entrar con tu camiseta de rayas y sin mangas y tus zapatillas converse all star imited edition verdes.

jueves, 23 de agosto de 2012

Ver O no Ver, Oh

Volver a acordarme de ti es cuestión de tiempo. Como la revisión del dentista que a todos se nos pasa hasta el momento en que las muelas vuelven a gritar. O los perfumes vuelven a aflorar. Malditas colonias. Debe ser de lo poco en el mundo de la moda que se conserva. Me explico. Me acuerdo de la camiseta de la chica de la que me enamoré en el año en el que el dentista me empastó una sola muela. Pero ya está, no he vuelto a ver esa camiseta. Gracias, moda.

Pero con la colonia es distinto, hoy te he vuelto a sentir muy dentro de mí y la culpa la tiene un animal salvaje con color de cuento de hadas. Animal prehistórico en realidad, ha pasado una eternidad.

lunes, 16 de abril de 2012

Marwan

Me ha vuelto a pasar, y aunque me llamen castellano y yo me defienda Leonés, ha sido en Gijón. Marwan en cartel. En el escenario. Cantando. Haciendo reír. Haciendo pensar. Diciendo sabes. Haciendo REÍR. Haciendo soñar. Recitando. CANTANDO. Eran muchas cosas y muchas eran buenas. La única mala es que faltó Meninos, pero hubo Meninas, y por eso me ha vuelto a pasar.

Enamorarse en la barra de un bar, como dice Ismael Serrano, ¿quién no se ha enamorado en la barra de un bar? Enamorarse en un concierto, pero no un concierto sin más. Un concierto en el que tocó dos canciones al principio sin hablar, y luego hablaba sin parar y tocando canciones para respirar. Aire fresco y contagioso en forma de carcajadas de un público que bien podría ser una familia, gente con la que iría a cenar, gente con la que me gustaría charlar. Un violín de fondo que volaba sin parar en perfecta formación con guitarra y voz que se unen sin igual. Que si bien es cierto que el futbol hace olvidar el descontento general, súmale a la música la victoria del Barça y el olvido es total. Miradas en busca de miradas con banda sonora común. Esperar otro concierto para tener la certeza de recomendarlo y acertar. Esperar otro concierto para compartir todo lo que escribo y lo que no soy capaz de expresar con toda mi gente y disfrutar.

Y aunque mañana me olvide de ella, ayer me volvió a pasar, y creo que la culpa es de Marwan.

jueves, 5 de abril de 2012

Cuando éramos adictos

El valor de este texto, -como casi siempre- sería indiscutiblemente mayor si ahora mismo estuviera con un cierto grado de alcoholismo que no me permitiera conducir ni un coche de choque.
Si no viera las teclas porque el humo en esta cueva fuera denso y colocara. También sería jodidamente -hacía mucho que no escribía, y de las cosas que más echaba de menos, era teclear jodidamente, me sale sin mirar- (infinitamente) mejor si no te conociera.
La verdad es que me acuerdo entre nada y NADA, y hablo de negación, de nulo, nothing, el día que apareciste, o que aparecí, o que aparecimos, o que aparecieron, o apareció, o que aparecistéis.

Y el ruido de este maldito ordenador me hace olvidar por qué he vuelto hacia aquí. Me pone nervioso y mi cabeza es una olla con las ideas en estado de ebullición.
Me limito a seguir obviando lo mejor, escuchando sin parar nuestras diferencias congeniar.