sábado, 16 de septiembre de 2017

A cámara lenta

Era una sensación extraña. Raro era el día que no encontrara entre tanta normalidad un motivo más que suficiente para escribir una historia con un nudo que ríete tú de cualquier marinero mercante. Fueron varias las veces que encendía un cigarro en la intimidad de la noche tratando de acabar esa primera página. El título podía esperar; siempre lo encontraba a posteriori. 
No fueron menos las mañanas donde el más mínimo detalle hacía que brotase un impulso casi incontrolable de hacerte partícipe. Más de veinte libros que compartían la manía de mencionarte sin conocerte. 
Era una sensación extraña porque me faltaba una imagen. Y no por esa manía de empatizar con todo aquello que me guste, bien venga escrito, bien venga cantado, no. Tenía y encontraba motivos a diario. Esto ya lo he dicho. Faltaba una imagen que diese forma a la idea que me formaba cada noche. 

Una forma suave. Sentada. Con la elegancia que da quien cree en lo importante. Piernas dobladas que deberían redefinir los protocolos gestuales. Una mano guiando el camino de la luz que da la otra. Una mirada que no pierde detalle.
La foto se revela como por arte de magia en el momento que sin moverte, los párpados se abren y decides mirarme sin dejar de escucharme. Esa imagen.