Me pongo los tapones. Trato de no escucharte, ni siquiera dentro de mí. Aguanto las respiración y cierro los ojos. No te veo, no te siento. Apago el móvil por si apareces con esa luz roja que tantos días añoré. Ni siquiera te escucho. Me siento en un estado parecido al trance entre el sueño y la consciencia. Piensas, pero no oyes, no ves, y si no te das cuenta, casi ni respiras. Dulce batalla entre sueño y serenidad.
Llevo tres días mirando cómo las gotas corren por la ventana. Retumban en los tejados y componen una bonita melodía. Inquieto, ansioso, deseoso, arrugo y re-arrugo cincuenta folios en busca de la canción definitiva. No sé si será el imprescindible inglés, el romántico francés, el deseado catalán o el recurrido castellano, el que ponga las palabras de las gotas al caer. Vuelve a sonar Tonight.
No llueve, no lo oigo, no lo veo. Lo siento, y esta vez será en inglés.
Llevo tres días mirando cómo las gotas corren por la ventana. Retumban en los tejados y componen una bonita melodía. Inquieto, ansioso, deseoso, arrugo y re-arrugo cincuenta folios en busca de la canción definitiva. No sé si será el imprescindible inglés, el romántico francés, el deseado catalán o el recurrido castellano, el que ponga las palabras de las gotas al caer. Vuelve a sonar Tonight.
No llueve, no lo oigo, no lo veo. Lo siento, y esta vez será en inglés.