domingo, 17 de mayo de 2009

The place

Esto es nuevo. Nunca abrí una hoja de Word para publicar una entrada porque nunca me vi en esta situación. Necesito ponerme a prueba. Necesito poneros a prueba. Quiero ver hasta dónde soy capaz de llegar. Quiero ver hasta donde sois capaces de leer. Por eso la hoja de Word, quiero que sea algo grande, algo largo. De momento lo voy consiguiendo. No contesto a las llamadas que no se me antojan necesarias, tampoco tengo intención de hacerlo. No rechazo las llamadas por el miedo al rechazo. Suena paradójico, por eso tengo el móvil en silencio. No quiero escucharlo. Las llamadas son repetitivas y siempre monótonas. La que suena es la que menos me gustó, no me gusta perder el control. Tampoco soy cuadriculado, así que no me replanteo el fututo, que de por sí, creo, que está mal dicho, plantearte otra vez algo que no ha pasado me parece difícil. Por eso me replanteo el pasado, para saber qué hacer mañana. Creo que haber estrenado la cachimba, de una forma más torpona que yo mismo, me hará aficionarme a la cachimba, de una forma tan ágil como yo mismo. Ventajas, inconvenientes, secretos y mentiras de uno mismo. Qué le vamos a hacer. La estrenaremos en lo que a partir de ahora será el lugar para desconectar, de color naranja en primavera y otoño, rojizo en verano, y verde todo el año. A partir de ahora ese será el ‘lugar’.

lunes, 11 de mayo de 2009

Un mundo de palabras

Siento como si debiera unas palabras. Sería bonito poder intercambiar cosas con palabras como moneda de cambio. Entonces estoy seguro que muchos pobres serían ricos y muchos de los ricos no tendrían más que para poder comer. Las palabras escritas a ordenador serían las tarjetas de crédito, rápidas y que navegan de aquí para allá como lo hacen los números de todos. Las frases manuscritas empezarían a cobrar más valor del que ahora podemos darle y tendrían el valor del dinero en efectivo que nos gusta poder llevar para disfrutarlo.
Pero en este mundo de fantasía y de merecidas envidias la palma se la llevarían las canciones, las canciones que te hagan pensar, las canciones con las que te puedas identificar, las canciones que te gusta escuchar por mucho tiempo que haya pasado desde el día que la 'compraste'.
Serían las canciones comerciales los despampanantes yates de los ricos por convenio que lucen sus ganancias como si de su trabajo se tratase.
Pero si se pudiese escoger, me gustaría poder ser un velero en este mundo musical, esas 'pequeñas' canciones inconfundibles, que suenan en pequeños bares para gente que las sabe apreciar, o las que suenan en teatros abarrotados por el silencio de los muchos corazones que las sienten. Esas canciones que surcan los mares sin hacer ruido y que rompen las olas por altas que sean.