lunes, 10 de enero de 2011

Trivial

Sabía que no era la mujer de su vida de la misma forma que ya la conocía. Aún así, quería hacerle creer en cierto modo que sí. No quería llamarlo crueldad, era un juego de autoestima en el que los polvos eran los quesitos del trivial. Los había deportivos, históricos, naturales e incluso de ciencia ficción.
Pero para ello había que ser más listo que el contrincante, en ese caso: ella. Responder a las preguntas correctamente así como tener suerte con el dado.

Es el principio de una partida de amor en la que antes de nada hay que decidir de qué color eres, y lo más importante, quién empieza.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que bueno, enano. que risa!