miércoles, 6 de diciembre de 2017

Rescate

Me sentí un banana boat agarrado por arriba y por abajo en aquella marejada. Se oían, digamos, las olas romper con una cadencia quirúrgica. Se quedó dormida encima mío en cuestión de minutos, segundos si contamos lo que desfigura el tiempo su presencia. 

—Yo no soy cariñosa. 

Me desperté sin alarmas ni luces ni exceso ni cura de sueño, fue el efecto instantáneo de unos ojos clavados. Protesté, digamos, por la resaca que dejaron las olas. Volvió con un zumo y sus bragas sonreían en el suelo.

—Yo hasta que no tomo café.

Me quedé atrapado entre una silla vacía y un, digamos, rayo sin trueno. Se sentó encima mío y ahí podría haber sido un Paje Real si tuviera capa y si ella fuera menos niña. «Me he portado muy bien», pensé que me diría antes de comprobar con cuidado si mi brazo era terciopelo.

—Yo soy muy despegada.

Me vi compartiendo un teatro con actores sin problemas con quedarse en blanco. Me robaba, digamos, mis frases y escenas sin más consentimiento que el que da el descaro. 


—Lo llevo todo.

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