sábado, 26 de septiembre de 2009

Rayuela

Se escuchaba la respiración consciente de los nervios que tenía. Estaba sólo en casa y no podía parar de pensar en ella. Se había ido y lo había hecho casi sin despedirse. Hacía frío y los temblores no ayudaban a calmarse. Tenía que leer dos libros en algo más de una semana y le daba miedo seguir haciéndolo. Leía y se metía en la piel del autor. Días más tarde, parecía autobiográfico. Seres maravillosos y tiempo parado por la oscuridad de la música cómplice. El morbo de lo prohibido. Otra vez, como en ese otro libro. Seguía nervioso y no quería seguir leyendo. No sabe como acaba el libro, pero sobre todo, hay muchas cosas que no entiende. Demasiada música americana y europea de los años 40. Mucha filosofía. Mucho arte. Mucha cultura. Y él, un inculto cualquiera, no quería leer ni una línea más sin entenderla toda ella. Tenía todo el tiempo del mundo por eso quería llegar hasta el final. Todo libro tiene un final bonito o un final sin más, pero una historia así no podría quedarse sin un final.. Y por eso, en contra de sus nervios y el frío de aquella noche, iría a la cama a entrar en calor a leer.
Hay dos libros dentro del mismo libro. Por eso, tranquilo, vacilón, juguetón y un poco cabrón, aunque siempre alentado por su calor, leería hasta acabar, consciente de tener un final alternativo. Otra historia que leer. Otro cuento que escribir. Otro final que poner. Otra alternativa.

1 comentario:

Lady. dijo...

Que grande.

A mí me suele dar miedo estar cerca del final, por eso mis historias siempre tienen pinta de tener algo más, y no quedarse ahí. Creo que me gustan las despedidas pero no me gusta que sea definitiva. Es raro.

Un beso